Resucitó, como dijo

El ResucitadoPara visionarios como S. Juan de la Cruz , los misterios de Jesús son tan altos y profundos, que por mucho que los entendamos, nos queda "todo lo más por decir y entender", pues en él "moran todos los tesoros y sabiduría escondidos"...

 


 

La palabra resucitar califica el último acontecimiento, inaudito, de Jesús en la tierra, que el Centurión, arrobado por la manera como murió, expresó así: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios". (Mc. 15, 39).

Jesús es Dios hecho hombre, el portento de los portentos, el milagro de los milagros, el misterio de los misterios, el acontecimiento más abismático de la creación. En Él se juntan la tierra con el cielo, el tiempo con la eternidad, el hombre con Dios. Sobrepasa toda capacidad de comprensión.

Para visionarios como S. Juan de la Cruz , los misterios de Jesús son tan altos y profundos, que por mucho que los entendamos, nos queda "todo lo más por decir y entender", pues en él "moran todos los tesoros y sabiduría escondidos" (Cántico Espiritual 37, 3-4). Quien los contempla, se siente embelesado, "es la fruición y el deleite del amor de Dios", expresión perfecta de la plenitud.

Lucas dice que Joséy María "estaban admirados de lo que se decía del niño, que crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría" (2, 33-40). Experimenta la condición humana en toda su limitación, hasta sentir hambre, frío, dolor, incomprensión y maltrato como un hombre cualquiera que se humilla obedeciendo hasta la muerte, y muerte de cruz" (Flp. 2, 7-8).

Albert Camus escribió: "lo amo porque lo mataron". Su muerte conmueve a toda la creación. El profeta Isaías , escribe anonadado: "Muchos se espantaron de Él al verlo tan desfigurado que no parecía hombre. Pero también se admirarán muchas naciones, y los reyes quedarán mudos de asombro, al ver algo nunca antes sabido, y descubrir algo inaudito" (52, 13-15).

Este, que quedó tan desfigurado que no parecía hombre, era Dios y hombre a la vez. Eso significa en Él resucitar. El anonadamiento en que murió culminó en que Dios, su Padre, "le concedió el nombre sobre todo nombre, de modo que a su nombre, toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en el infierno y toda lengua proclame que Jesús es Señor para gloria de Dios Padre" (Flp. 2, 10-11).

Por la resurrección, Jesús manifiesta su condición divina, inespacial e intemporal en el espacio y el tiempo de los hombres. Invisible, caminó con los peregrinos de Emaús, que lo reconocieron con el corazón encendido "al partir el pan".

Resucitar es llevar a plenitud su confidencia: "Yo y el Padre somos uno" (Jn. 10, 30), la norma de vida de todo corazón.

 

AUTOR: P. Hernando Uribe Carvajal OCD

TOMADO DE: El Colombiano, 13 de abril de 2012