Isabel de la Trinidad

Sor Isabel de la Trinidad 52-100x100Isabel Catez, hija de José Catez y Maria Roulland, nace el 18 de Julio de 1880 en el campo militar de Avor, en Francia. Fue bautizada el 22 de Julio, fiesta de Santa María Magdalena «de la que la Verdad ha dicho: “Esta ha amado mucho”»[Cta. 234] , «la amante apasionada...

 


 A lo largo de la historia, la familia del Carmelo ha respondido con entusiasmo a las llamadas de renovación y compromiso constante que nos ha hecho la Iglesia y la sociedad. El Carmelo Teresiano en todas sus latitudes continuamente se ha puesto en camino de búsqueda orante, de autocrítica y de programación. Esto ha dado sus frutos. Muchos hermanos nuestros han encontrado en el carisma del Carmelo un estilo de vida para encarnar el Evangelio. Isabel de la Trinidad es una de ellas.

El objetivo de esta exposición es presentarles de manera breve a Isabel de la Trinidad, una joven con una experiencia vital del Amor. La proyección de su mensaje nos puede iluminar para buscar los cauces y medios inspiradores para la renovación espiritual de nuestra vida.

Con el centenario de su nacimiento (2006) el Espíritu nos presenta una ocasión para renovarnos a través de los caminos de la comunión e intimidad con la Trinidad. Su experiencia trinitaria fundamentalmente relacional es de gran actualidad en este tiempo. Podemos d estacar algunos aspectos de actualidad que se relacionan con su vida y obra:

       Experiencia de comunión amorosa, de unidad con cada una de las Divinas Personas.

       La respuesta de la persona, hasta sus últimas consecuencias, a la gracia contenida en la vida sacramental (Bautismo, Eucaristía, Penitencia y Confirmación).

       La lectura vivencial de la Palabra de Dios.

       El lugar de los laicos y su tarea evangelizadora.

       La oración como camino de configuración con Cristo.

Desde luego que hay otros muchos temas inspiradores. Por ahora, solo nos vamos a acercar a su persona (notas biográficas), sus escritos y la actualidad de su mensaje que contiene claros elementos para una espiritualidad laical comprometida en la evangelización.

1 ¿Quién es Isabel de la Trinidad?

a. Primeros años.

Isabel Catez, hija de José Catez y Maria Roulland, nace el 18 de Julio de 1880 en el campo militar de Avor, en Francia. Fue bautizada el 22 de Julio, fiesta de Santa María Magdalena «de la que la Verdad ha dicho: “Esta ha amado mucho”»[Cta. 234] , «la amante apasionada de Cristo, por la cual tengo una devoción particular»[Cta. 75.] . Sus hermanas de comunidad recuerdan que ella celebraba el aniversario de su bautismo con mucha fe y acción de gracias. Isabel considera que esta coincidencia tiene un significado en su vocación al amor.

Dos años más tarde la familia se mudó a Dijon. Allí, el 20 de febrero de 1883 nacería su hermana Margarita, a la que Isabel se sentirá muy unida, «hermanita, eco de mi alma» dirá Isabel. Los testigos de la infancia de las dos niñas describen a Margarita como «dulce y sonriente, la delicadeza personificada». Margarita buscará a lo largo de su vida el apoyo cariñoso y el sabio consejo de su hermana [Margarita Catez (1883-1945) se casó el 15 de octubre de 1902 con Georges Chevignard, banquero y un hombre autoritario. Viuda a los cuarenta y dos, fue madre de nueve hijos]. De Isabel los familiares dirán que «tiene unos ojos furiosos», «muy endiablada», continuamente tiene «verdaderos estallidos de rabia». Carácter fuerte y difícil. Isabel llevaba en las venas sangre de soldado. Heredó un temperamento ardiente; de su padre, el sentido del deber y la lealtad, de su madre, la fortaleza, tenacidad y constancia. Su madre dirá que es «un auténtico demonio», turbulenta, colérica e irritable. A la vez, sociable y de gran sensibilidad, cariñosa y afectuosa. El domingo 2 de octubre de 1887, el Sr. Catez, víctima de un infarto muere en brazos de Isabel. Diez años más tarde Isabel compone una poesía (2 de octubre de 1897) para honrar la memoria de su padre [PN 37]. A partir de 1888 el «trío» -como gusta decir a Isabel- se instala en una modesta vivienda. Cerca del Carmelo, cuyo jardín ve Isabel desde la ventana de su casa. A los siete años, su párroco el sr. Angles, declara que Isabel le dijo: «¡yo seré religiosa, quiero ser religiosa!...» Su madre irritada, le preguntó al párroco si creía seriamente en esa afirmación: «yo le respondí una palabra que, como una espada, le atravesó el alma: “así lo creo”».

b. Juventud y adolesencia

La educación escolar de Isabel será escasa y no muy brillante, en cambio su afición por la música debió manifestarse muy pronto. En octubre de 1888, la Sra. Catez, matricula a sus dos hijas en el conservatorio de música de Dijon. Isabel destaca de forma excepcional por sus cualidades como pianista. Llega a obtener el primer premio en piano, coronado con diplomas de solfeo y armonía, incluso la prensa de Dijon saludo el virtuosismo de Isabel. Las clases en el conservatorio, clases con la institutriz, las largas horas de ensayo en su casa y la convivencia con sus amigas, la catequesis que recibe en la parroquia, hacen que su carácter cambie. Sin embargo, hay tres factores entran en juego para lograr su equilibrio: su madre (exigente, austera y autoritaria), su capacidad de decisión (voluntad) y la gracia divina.

El primer signo de su vocación religiosa tuvo lugar el día de su primera comunión (19.4.1891). A su amiga Maria Luisa Hallo, le confiesa: «No tengo hambre; Jesús me ha alimentado» Isabel visita ese mismo día por la tarde el Carmelo. La priora le dijo que su nombre significa “casa de Dios”. Este pensamiento la impresionó. En efecto, el carisma que marcará la juventud de esta chica y futura carmelita consistirá en saberse amorosamente «habitada», «morada de los Tres».

Desde su infancia hasta el último día de su vida parece arrastrada por un impulso irresistible, no a pesar de ella, sino con entera libertad, hacía su destino singular. En el Carmelo, recordando los días de su primera comunión, escribe: «Me entusiasmaba la oración. Amaba tanto al Señor que ya antes de mi Primera Comunión no comprendía que se pudiese entregar el corazón a alguien que no fuese El. Desde entonces estaba resuelta a amarle sólo a El y a vivir únicamente para El» [R 22-23].

¡Estaba decidida!... .Poco antes de Julio de 1894, tiene lugar un acontecimiento decisivo: «Durante la acción de gracias, me sentí irresistiblemente impulsada a escoger a Jesús como único esposo; y, sin más dilaciones, me uní a él por el voto de virginidad. No nos dijimos nada; nos dimos uno al otro, amándonos con tal fuerza que la resolución de ser toda suya se hizo en mí más definitiva aún».

A finales de noviembre de 1894 su institutriz le pidió que hiciera como «deber de estilo» su autorretrato . Físicamente se describe: «Sin orgullo creo que mi persona no es desagradable. Soy morena y, dicen, muy alta para mi edad. Tengo unos ojos negros chispeantes, y mis espesas cejas me dan un aire grave. El resto de mi persona es insignificante». Su autorretrato moral: «puesto que estamos en lo moral, diría que tengo un carácter bastante bueno. Soy alegre y, he de confesarlo, un poco aturdida. Tengo buen corazón. Soy coqueta por naturaleza. Hay que serlo un poco, dicen. No soy perezosa, sé que el trabajo hace feliz (…) Sin ser un modelo de paciencia, generalmente sé contenerme. No guardo rencor. Tal es mi retrato moral. Tengo defectos, y, ¡ay!, pocas cualidades (…) espero adquirirlas». En 1901 ella misma declara que el rasgo dominante de su carácter es: «la sensibilidad» [Isabel responde a un cuestionario que se proponía a las novicias, unos días después de su entrada en el Carmelo].

Podemos encontrar un doble ritmo en su existencia . Por un lado, hacía afuera ; en Dijon manifiesta su carácter sociable y comunicativo, asiste a eventos organizados, se presenta en público para interpretar conciertos, sabe que es centro de atención. Verdaderamente se antojaba su compañía que daba calor a las reuniones sociales. Su riqueza humana se transparenta en sus relaciones. Las personas que le trataron de ella dirán: «cautiva con su trato cariñoso». Isabel conoció el valor de la amistad leal y sincera con varias personas; Francisca de Sourdon [Françoise de Sourdon, nacida en 1887, a la que llamaba Framboise, y en la que se reconocía un poco a sí misma y a la que prepara en 1901 para la primera comunión], Alice Cherveau, Luisa Hallo, entre otras. En las vacaciones veraniegas asiste a banquetes, hace vida deportiva, juega partidos de pelota a pala, acude a bailes y conciertos En una de sus cartas recuerda: «Llevamos una vida de lo más agradable. Desayunamos en casa de unos, merendamos y cenamos en casa de otros; además jugamos muchos partidos de tenis con chicas maravillosas…» [Cta 10]. Como amiga, Isabel, era excepcional : « jamás le he oído hablar mal de nadie, y tampoco hablar bien falsamente. Sabía poner de relieve lo bueno que hay en cada uno sin por ello negar los fallos. Su tacto igualaba a su caridad y su condescendencia no le impedía ser firme cuando era preciso» [R,24-25].Este equilibro es el resultado de un esfuerzo en el que Jesús tiene la iniciativa y ofrece la gracia: «Cuando recibo una advertencia injusta parece que siento hervir la sangre en mis venas. Todo mi ser se revela. Pero Jesús estaba hoy conmigo, escuchaba su voz en el fondo de mi alma y me sentía dispuesta a sufrirlo todo por su amor» [R,1].

Por otro lado, siente, también, desde su primera comunión un vivo impulso a vivir en silencio. Tiene gran capacidad para la introspección. Durante sus vacaciones, en muchas ocasiones por las tardes, asistía a la Eucaristía, ella misma recuerda que permanecía en adoración ante el Santísimo Sacramento: «Es Dios quien le habla al alma, quien le ruega que acepte el sufrimiento. Es Jesús, en fin, quien mendiga un poco de amor» [R 8]Su capacidad de interiorización también se desarrolla escribiendo; poesía, cartas, su diario, etc. En ella todo es intimidad, exterior e interior . Todo mana de su Fuente: «Oigo su voz –en medio de todo- en el fondo de mi corazón». Hay en ella una tendencia innata a vivir todo desde la intimidad: soledad-compañía; la palabra-silencio, descanso-actividad.

c. Una joven activa con interioridad profunda

Catequista de los niños [R,4,45-46]. En Dijon, durante el año, Isabel se dedica a las obras de evangelización en su parroquia: coro de canto, catecismo a los niños o niñas de primera comunión atrasadas, de las que se burlan las niñas más jóvenes. Participa en el patronato de niños indisciplinados. Ella misma compone comedia, música y danza para mantener a los niños interesados. Disfraza a los pequeñitos para que representen diversas escenas de la vida de Jesús. A veces los pequeños la acosan con invitaciones a juegos infantiles. Isabel acepta gustosa. «Durante el mes de María, el grupito que ella lleva a la iglesia la retiene en las sillas del fondo, lo más cerca de la salida. Apenas quedaba cerrado el tabernáculo, la sacábamos a ir a pasear. Entonces con mucha imaginación, nos contaba historias. Isabel Catez era siempre del agrado de todos» [Testimonio de una amiga de infancia.Cf. M. Philipon, Doctrina Espiritual de Sor Isabel de la Trinidad, Desclée de Brouwer, 1951] cuando éstos se han tranquilizado se instalan sillas en el jardín parroquial y comienza la lección.

A su madre le han hablado de una proposición matrimonial para Isabel: «un partido maravilloso- escribe Isabel- que nunca volveré a encontrar (…) ¡Qué indiferente me ha dejado esta tentadora proposición! Mi corazón se lo he dado al Rey de los reyes (…) Siguiendo tus pasos caminando en tu compañía, seré valiente» [Diario, 94]. Isabel no pierde su doble ritmo. Una amiga suya testifica: «Isabel tiene un delicioso y raro talento de pianista; sentía profundamente la música…Muy vivaz, dotada de enorme encanto, sin huella alguna de austeridad tomaba parte con animación de las distracciones de nuestra edad…» Y, por otro lado, al mismo tiempo, Isabel confiesa: «Cuando se obra por El y se permanece siempre en su santa presencia, bajo su mirada, se le puede escuchar incluso en medio del bullicio del mundo, en el silencio de un corazón que sólo quiere ser suyo» [Cta. 40].

Isabel tiende a superidealizar su vocación, a exaltar sus ideas. La realidad del tiempo y el sufrimiento las purifica. Ella seguirá cultivando el valor de la amistad al interior del Carmelo, incluso no perderá la relación con su hermana Güita y con Ma. Luisa. Ella sabe que en el Carmelo se puede seguir amando intensamente, con más libertad. La vida religiosa no es para Isabel el agujero en el que se entierran los afectos y el cariño. En el Carmelo, Isabel va a desarrollar las formas mas sublimes del amor…«hasta dar toda la sustancia de su vida a favor de los demás»

d. El Carmelo: un «cielo en la fe».

En el Carmelo…«me gusta encontrarle aquí, en lo más profundo de mi ser, en el cielo de mi alma, porque El nunca se aparta de mi. Dios en mí y yo en El. ¡Oh esto es mi vida!¿No le he dicho como me llamaré en el Carmelo? “María Isabel de la Trinidad”. Me parece que este nombre significa una vocación especial. Amo tanto el misterio de la Santísima Trinidad…Es un abismo donde desaparezco…» [Cta. 56]. El dos de enero de 1901, Isabel ingresa al Carmelo: «aquí no hay nada mas que El. El lo es Todo. Se le encuentra en todas partes, lo mismo que en la recreación que en la oración» [Cta. 85]. Dormirá en un jergón de paja, su celda cuenta con una sillita. No habrá mesa, para escribir, lo hará en un tabla sobre las rodillas. Ni agua corriente ni electricidad ni calefacción. «Me pregunta- escribe Isabel-cómo puedo soportar el frío…Cuando se sienten estas cositas, contemplar al divino Maestro que padeció (…) una siente sed de amor. Hay muchos sacrificios como este en el Carmelo (…) cuando me encuentro un poco cansada, miro al crucifijo y, al ver cómo se sacrificó por mí, me parece darle algo de cuanto El me entregó… permanezcamos junto a Cristo durante el día» [Cta.136].

Isabel en el Carmelo trabaja como proyecto personal el tema de la comunión ininterrumpida con las hermanas, en medio de los quehaceres cotidianos, todo para Dios. La presencia de Dios lo llena todo: «si El no llenase nuestras celdas y nuestros claustros, qué vacíos estarían. Pero es a El a quien vemos en todas las cosas, pues le le llevamos dentro de nosotras mismas» [Cta.189].

Su noviciado: camino en la desnudez de la fe. «A las radiantes claridades de la postulante sucedieron, para sor Isabel, las tinieblas de una noche profunda, a la que no tardaron en añadirse inquietudes, penas de espíritu y extraños fantasmas de la imaginación» Con estas palabras la madre Germana de Jesús, comienza la evocación del noviciado de Isabel. De este lado oscuro de su vida espiritual, Isabel no ha dicho nada en las cartas, siempre de tono jovial, entusiastas y afectuosas. Sus cartas del año de 1902 expresan su felicidad. Pero no deja de permanecer durante todo el año «en el fuego de la prueba». Del 1 al 10 de enero, sor Isabel hizo el retiro que precede al gran día de la profesión. «Quien pudiera manifestar la alegría que sintió mi alma cuando al contemplar el crucifijo que recibí después de mi Profesión (…) Al fin, es totalmente mío y yo soy completamente suya. Es lo único que tengo» [Cta. 136]. Durante este tiempo, inspirada por el espíritu del Carmelo, Isabel es sostenida por la fe. Escribe en sus Notas íntimas su canto esponsal [NI 13]. Con su profesión, goza de una paz profunda y una inmensa alegría en Dios.

En enero de 1904, el ideal contemplativo de Isabel en el Carmelo se cristaliza en una fórmula que descubrió en San Pablo: «ser alabanza de gloria» [Cta. 191]. La interpretación de esta fórmula paulina, en perspectiva mística, va a ser en adelante su destino y la definición de su vocación. En ella proyecta los puntos cardinales de su vida espiritual: «el aniquilamiento de sí misma», «la adoración», «la exaltación de sí de la vida trinitaria», su aspiración a «ser una oración continua», a «amar mucho». Grabada en su corazón, esta fórmula se repite sin cansancio a uno y otro corresponsal. En 1905, en una carta dirigida al P. Chevignard le pide: «Cuando consagre esta hostia donde Jesús va a encarnarse, acuérdese de consagrarme a él «como hostia de alabanza a su gloria» a fin de que todas mis aspiraciones, todos mis movimientos, todos mis actos sean un homenaje tributado a su santidad»[Cta. 244].

La fascinación de la presencia de la Trinidad que experimenta Isabel se materializa en el retiro comunitario predicado por el padre Fages, dominico. El tema fue: «El misterio de la encarnación». Por la noche, Isabel, en su cuadernillo de notas personales, parece que de un tirón, con escritura reposada y firme, redacta la oración cuyas primeras palabras dan el tono ardiente:

« Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro, ayudadme a olvidarme enteramente para reposar en vos». Es lo que sugiere a su manera San Juan de la Cruz: «¡Cuán manso y amoroso/ recuerdas en mi seno/ donde secretamente moras,/ y en tu aspirar sabroso,/ de bien y gloria lleno,/ cuán delicadamente me enamoras». En su oración, Isabel se ofrece «como víctima»: «que yo sea una humanidad complementaria, en la cual renueve todo su misterio». Expresión notable que manifiesta su deseo de «encarnar» y continuar siendo una extensión de la Nueva Humanidad que inauguro el Hijo.

En enero de 1905 experimenta el conocimiento de la «ciencia del amor»; aprende esta ciencia por el camino de la adoración: «Mi vocación de carmelita me arroja en la adoración». En agosto de 1905, durante el verano se ha preparado para un retiro de un mes, lo anuncia a su hermana Guiíta: «No debería hablar ni pensar más, y voy a hundirme en el fondo mi alma, es decir en Dios», consuela y fortalece a su hermana « A través de ti, Dios quiere hacerse amar» [Cta. 212. En una carta dirigida a su hermana que es madre y desarrolla en breves líneas una espiritualidad basada en la conciencia filial:«Tú eres madre. Tú conoces toda la cantidad de amor por tus hijos que Dios ha depositado en tu corazón. Estas, por lo tanto capacitada para comprender la grandeza de este misterio. ¡Ser hijos de Dios!, Guite mía, no te emociona esto?...» Cta. 219].

e. Consumida por el Amor.

En plena juventud, e Isabel esta en el atardecer de su vida. Siente como la enfermedad –mal de Addison- va haciendo su obra de destrucción; vómitos continuos y dolores fuertes en el estomago. Noches interminables de insomnio. Isabel se siente exhausta. Los testigos afirman: «No hablaba de su enfermedad sino únicamente de Dios y de los otros». Sufre con generosidad y valentía. Literalmente se consume de amor en el dolor: «Siento que la muerte va destruyendo mi vida…Esto resulta doloroso para la naturaleza humana. Te garantizo que si no procurase elevarme sobre ella, sólo sentiría debilidad ante el sufrimiento. Esta es la visión humana del dolor pero abro inmediatamente los ojos de mi alma la luz de la fe y esta fe me dice que es el Amor quien me destruye, quien me consume lentamente. Por eso mi alegría es inmensa»[Cta. 276]. Así se cumple la Palabra que la apasiona: «Completo en mi carne lo que falta a la pasión de Jesucristo por su cuerpo que es la Iglesia. Esto hace feliz al apóstol» [Cta. 276]. Sus últimos diez días padece en su carne el hambre. Consume toda su sustancia y alimenta la esperanza de sus familiares y amigos prometiendo que «en el cielo pensará mucho en ellos» La experiencia humana y mística de esta carmelita se condensa en sus últimas palabras: «Voy a la Luz, al Amor, a la Vida». Isabel muere la mañana del 9 de noviembre, a los 26 años, confortada por sus hermanas de comunidad. El 25 de noviembre de 1984 fue declarada Beata por el Papa Juan Pablo II.

2. Sus escritos

Los autógrafos que se conservan son:

   • Su Diario escrito en tres cuadernos.

   • Cuatro tratados espirituales:

   I. El Cielo en la fe

   II. La grandeza de nuestra vocación, en forma de carta.

   III. Últimos ejercicios, en un cuaderno.

   IV. Déjate amar, en forma de carta.

   3. Notas Íntimas , (17) en hojas volantes.

   4. Poesías (124)

   5. Cartas (346)

   6. Excursiones al Jura.

Poco después de morir Isabel la madre Germana preparó la «la circular necrológica».; una biografía de Isabel que dos años más tarde se llamará Recuerdos . La biografía «escrita de rodillas» por la madre Germana y revisada por diferentes testigos, se convierte en una autobiografía bastante bien lograda.

Sus Fuentes Simplemente indiquemos que Isabel ha leído a los grandes autores en ediciones diferentes a las que conocemos hoy. Podemos afirmar que Isabel lee: la Escritura, en particular los Evangelios y San Pablo; conoce a Teresa de Ávila, Teresa de Lisieux [En las cartas de 1901 se encuentran con frecuencia ecos de Historia de un alma de Teresa de Lisieux, cuya sustancia Isabel asimila con profundidad. Balthasar escribe:« Nacida siete años después que Teresa y muerta nueve años después que ella, Isabel tuvo la oportunidad de conocer la cronología de Teresa y su autobiografía, así como de apropiarse de la doctrina en ella contenida su don de comprensión particularmente vivo le hace captar inmediatamente lo esencial y le permite asimilarlo». Élisabeth de la Trinité et sa misión spirituelle, Seuil, 23], Juan de la Cruz y Ruysbroec.

Es indudable que Isabel fue dotada por una particular sensibilidad estética. Sus escritos nos reflejan su asombro frente a la belleza de la naturaleza; las montañas y ante la inmensidad del océano. La contemplación de la naturaleza le abre las puertas de la interioridad pues le refleja la belleza del Creador y la invita a la oración. Isabel narra con espontaneidad sus excursiones veraniegas; en su Diario , medita en silencio. No cabe duda, escribir es para nuestra joven carmelita un instrumento de encuentro e integración personal. Tal parece que la estructura de su Diario es organizada y lo lleva con objetivos claros; algunos registros trascienden los acontecimientos diarios y tienen como interlocutor su relación personal e íntima con la Palabra de Dios y con Jesús. Son un reflejo de lo que ella es.

Los escritos de Isabel pertenecen, ante todo, al género testimonio. Isabel es una mujer de memoria auditiva. Desde su infancia pasa horas al piano, escuchando con oído fino los sonidos, asimilando ritmos de las piezas que tocaba. Esta memoria era capaz de reproducir fielmente los sermones de la misión de 1899 ( Diario) . Pero esta receptividad va más allá, escucha sobre todo a su «Maestro», «Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios, quiero pasar mi vida escuchándoos». Finalmente, digamos que su estilo literario es personal, sencillo y afectivo.

3. Actualidad y fuerza teologico-pastoral de su mensaje

Ya que existen varios rasgos característicos de la espiritualidad de Isabel, vamos a destacar tan solo algunas perspectivas fundamentales que indican la fuerza teológica-pastoral de su mensaje para hoy.

La fuerza teológica de su mensaje es innegable. « Puedes creer mi doctrina porque no es mía» le dice a su madre [Cta, Mayo-Junio 1906]. En su vida hay una sintonía entre la verdad y la vida. Veamos algunos aspectos

3.1 Una espiritualidad para los laicos.

Resulta de gran actualidad que en el mensaje de Isabel encontremos los elementos fundamentales de una espiritualidad laical. En primer lugar y preferentemente su correspondencia está dirigida a los laicos –familiares, amigas, amigos. Para comprender esto, conviene tener en cuenta que Isabel, antes de transmitir este mensaje en sus cartas de carmelita, vivió en pleno mundo. Esta joven seglar ya era una mística antes de entrar en el Carmelo. En medio de sus ocupaciones diarias y de sus múltiples relaciones sociales, Isabel, lejos de menospreciar el mundo, une la vida en Dios (Amor) con la configuración del mundo. Vive fuertemente la Presencia de Dios. Reconoce la inhabitación de Dios, –aunque sea una fórmula posterior- en el mundo. Basta un rápido recorrido por los destinatarios de sus 346 cartas conservadas:

   13 religiosas

   6 sacerdotes y seminaristas

   39 seglares

Este hecho explica el que el contenido de su mensaje sea tan abierto, tan amplio y tan adaptado a la vida del mundo. Isabel cultivó el don de Dios en el mundo, en medio de pequeñas tareas y con muchas relaciones sociables. Supo comprender, gustar, vivir y comunicar el testimonio de su experiencia de Dios en estas circunstancias.

Notas de su espriritualidad laical hoy:

• Los elementos fundamentales de su espiritualidad laical serían los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. También revalora –novedad para su tiempo- el Matrimonio. Es una espiritualidad que llama a la santidad dentro del mundo. Nos recuerda que la misión del laico es misión de toda la Iglesia, no sólo de los consagrados o clérigos. Isabel tiene una experiencia sacramental muy rica

a. Por el bautismo , profundiza que «todos somos santuario de la Santísima Trinidad»[Cta.172]. La vida de Dios se comunica a todos y a todo el mundo: «Esta mejor parte que parece ser un privilegio que se me otorgado en mi queridísima soledad del Carmelo, el Señor la da a todos los bautizados –escribe Isabel a una mujer casada-. El es quien la ofrece, querida señora, a través de sus preocupaciones e inquietudes maternales. Piense que su deseo es introducirla más profundamente en El» [Cta.114].

b. De la Eucaristía alimento, Cristo para todos, saca la fuerza que transforma su vida.

c. De la Confirmación , la misma para todos, afirma que es el Espíritu el que hace posible que el Hijo habite en nosotros para agradar al Padre. Es el que nos arraiga y fundamenta en el amor. «Por el Espíritu el alma penetra y vive en las profundidades de Dios». Arraigar en Cristo es obra del Espíritu que hace que en todos nuestros sentimientos, pensamientos y aspiraciones, y mediante todos y cada uno de sus actos, por muy ordinarios que sean, se vea a Cristo [Cta.172]. Sor Isabel sabe, por experiencia, que el Espíritu ora en nosotros sin descanso (Rm 8): «Tengo la impresión de que mi oración es omnipotente», «El Espíritu Santo crea el cielo en tí»[Cta.216] .

• Una espiritualidad que se alimenta desde diversos medios: escucha vivencial de la Palabra; participación de la vida sacramental; oración personal y comunitaria; devoción a María; dirección espiritual, compromiso en la vida de la Iglesia parroquial.

• Esta espiritualidad a la que anima Isabel a los laicos ofrece una urgencia: la evangelización del mundo de hoy. Ella misma colaboró en los movimientos y en las actividades de su parroquia.

• Para Isabel, los campos específicos para esta vivencia laical, son la familia. El mundo del trabajo y una decidida presencia pública no aparecen explícitos.

La espiritualidad laical ha de remitirse a estas coordenadas (a la luz de Isabel) :

Espiritualidad es un estilo de vida, no para «perfectos», sino de plenitud en la comunión con el Amor , con raíces en los sacramentos de iniciación, y también del matrimonio. Un estilo que se trabaja en la vida ordinaria. A su hermana Guiíta, joven casada, madre de dos hijos (llegará a tener nueve), le habla del valor de la maternidad y de la filiación divina: «Hermana, quiere hacerse amar de tus angelitos a través de tí»[Cta.210 ]. Y a una amiga suya, futura madre le explica que dar la vida a un nuevo ser humano debe ser al mismo tiempo dar la vida de Dios: «Pido al «Maestro» que mora en tu alma (…) que te comunique sobreabundantemente su vida divina para que se la transmitas al angelito de quien vas a ser mamá»[Cta.162]. Para Isabel, toda persona es sacramento de Dios , capaz de comunicar la vida del Amor, en especial los padres.

Espiritualidad insertada en la Iglesia local. Un compromiso en la misma misión de la Iglesia, según circunstancias y edades.

Descubrimiento de la Voluntad de Dios. Discernir si hay un llamado a la consagración, como en el caso de Isabel.

Espiritualidad que vive la relación Iglesia-Mundo en un contexto socio cultural determinado. Para profundizar en esta coordenada convendría hacer un análisis de la eclesiología del tiempo de Isabel y su impacto en el Carmelo. (Cf. el caso de Monseñor Le Nordez-ceremonia de la toma de velo de Isabel). También analizar el modelo eclesial de hoy y tratar de establecer puntos de contacto.

Personalmente, me llama mucho la atención para alimentar una espiritualidad laical hoy, los que significa la encarnación en ella. Para Isabel es la asunción por Dios en Jesucristo de la humanidad y de la creación. La vida personal y la vida diaria son el lugar en el que la Trinidad se hace presente, por ello es necesario: «ser una humanidad en la que El pueda renovar todo su misterio»[NI, 15].

Otro ángulo esencial de su espiritualidad es la correcta relación entre acción y contemplación. No imaginemos a Isabel adorando y siendo alabanza de gloria sentada en la capilla todo el día. Asumió sus responsabilidades, fuera del Carmelo y en él. Trabajó y oró; ella misma dirá que en el Carmelo, todo es uno. No se pasó la vida dividiendo las realidades. Oración y trabajo, todo es un en el Uno; todo es Amor.

Para concluir, convendría hacer un análisis crítico, de estas y otras coordenadas presentes en su espiritualidad laical. Recordamos ahora la exhortación de la III Conferencia General del Espiscopado Latinoamericano, en Puebla: «Las dimensiones esenciales de la espiritualidad de los laicos, entre otras, son las siguientes: Que el laico no huya de las realidades temporales para buscar a Dios, sino persevere, presente y activo, en medio de ellas y allí encuentre al Señor. Que de a tal presencia y actividad una inspiración de fe y un sentido de caridad cristiana, y que por la luz de la fe, descubra en esa realidad la presencia del Señor…» (nn.796-798). Acompañados por las intuiciones de Isabel podemos alentar un testimonio laical encarnado, de manera que los mismos laicos y nuestras comunidades sean verdaderos sacramentos de la presencia de Dios en el mundo, portadores de gracia y de verdad, de justicia y de paz para sus hermanos. «Dios se inclina sobre nosotros con toda su caridad, de día y de noche, queriendo comunicarnos e infundiendo su vida divina, a fin de hacer de nosotros seres deificados, que lo manifiesten en todas partes»[Cta. 102]Isabel y nosotros deseamos ser reflejo vivo de Dios : «pedidle que esté en mí de tal manera que le sienta acercándoseme y que piense en El…»[Cta. 41]. Seguramente encontraremos elementos necesarios para profundizar en nuestra propia vocación y para proyectar una reflexión que motive el compromiso pastoral.

3.2 «Apóstol y carmelita, todo es uno».

Isabel, mira al «Crucificado por amor». La cruz es el libro de la vida del que quiere aprenderlo todo de Jesús. «Te aconsejo que simplifiques mas eso de los libros –escribe a Guita-. Coge tu crucifico, mira, escucha»[Cta. 93]. El día de su profesión recibió un crucifijo «como sello sobre el corazón». Isabel, no dejará de mirarle, «es todo lo que tengo, El es todo para mí», confiesa en una carta. Mirar al Crucificado aviva la entrega:«Miro al crucificado, y, al ver cómo se entregó El por mí, me parece que lo menos que yo puedo hacer por El es prodigarme, gastarme para devolverle un poco de lo que El me ha dado»[Cta. 156]. Esta contemplación del Crucificado la anima para volver los ojos sobre la Iglesia: «Todas nuestras oraciones y todos nuestros sacrificios se dirigen a eso»[Cta 136].

Toma tu crucifijo

Mira

Escucha

y Sigueme…Unión transformante.

La santificación por los demás es parte de la comunión-relación con los Tres. «Y ya que somos todos miembros de un solo cuerpo, en la medida en que tengamos la vida divina en abundancia podremos comunicarla al gran cuerpo de la Iglesia»[Cta.191].

AUTOR:  P. Enrique Castro Yurrita, OCD.