Su devoción al Santo Patriarca se afianzó en su espíritu con la lectura de las obras de Santa Teresa de Jesús. Sabemos que a mediados del mes de febrero de 1899 estaba leyendo el Camino de Perfección de la Santa. Ella tan deseosa, o curiosa por sabe, no dejaría de leer...
Isabel de la Trinidad, (Isabel Catez) nació en el año 1880 en el campo militar de Avor, cerca de Bourges, primogénita del matrimonio formado por el capitán del ejército Francisco José Catez y María Rolland, hija de un militar retirado. Desde muy joven vivió consagrada al amor de Jesús. en 1901 ingresó en las carmelitas descalzas de Dijon, donde residía con su madre viuda, y su hermana menor, llamada Margarita. En el Carmelo contrajo la enfermedad de Addison, entonces incurable. Después de cinco años de vida religiosa, murió de amor el día 9 de noviembre de 1906. Podemos poner en sus labios, a la hora de morir, aquel verso de San Juan de la Cruz: rompe la tela de este dulce encuentro. En más de una ocasión le había manifestado a su amado Jesús su deseo, con las palabras de Sta Teresa ¡O padecer, o morir. Muerta en plena juventud, había escalado a sus 26 años la cima de la santidad.
El día 25 de noviembre de 1984 el Papa Juan Pablo II la elevó al honor de los altares. Esperamos y deseamos que sea pronto reconocida oficialmente y declarada Santa, porque méritos tiene más que suficientes.
Puede ser una de las Santas más actuales de los tiempos modernos; porque el ejemplo de su vida y sobre todo el mensaje de su doctrina es aleccionador y actualísimo para la Iglesia y para el mundo de hoy.
Es la santa de la devoción al misterio de la Trinidad, de su inhabitación en el alma, la santa y doctora del dolor y del sufrimiento. La santa de las cosas sencillas, del silencio y de la interioridad.
Fue muy devota de San José, a quien veneraba como Patrón de la Iglesia, como lo habían propuesto los Papas Pio IX y León XIII, a finales del siglo XIX. Le veneraba como protector de los agonizantes; y reconocía en él un poder especial, como esposo de la Virgen María y padre virginal de Jesús, para alcanzar la conversión de los pecadores.
Su devoción al Santo Patriarca se afianzó en su espíritu con la lectura de las obras de Santa Teresa de Jesús. Sabemos que a mediados del mes de febrero de 1899 estaba leyendo el Camino de Perfección de la Santa. Ella tan deseosa, o curiosa por sabe, no dejaría de leer lo que la misma Santa dice en el libro de su Vida sobre las excelencias del Santo Patriarca. La beata Isabel celebraba con especial devoción todo el mes de marzo, dedicado al Santo Patriarca. En ese mismo año de 1899 hace ya un siglo- el día 1 de marzo recibió la sagrada comunión, por el comienzo del mes de San José, dice ella misma; y añade he pedido a este gran Santo, en quien tengo mucha confianza, que me ayude en la conversión de este pecador. Se trataba de la conversión del señor Chapuis, para lo que la beata Isabel pedía a Dios y a la Virgen incluso un milagro, si fuera necesario.
El día 12 del mismo mes de marzo comenzó una novena al Santo, con esa misma intención, que terminó el día 19, el día de su fiesta. El día 20, también de ese mismo mes y año, participó en la consagración que se hizo de las familias en la iglesia parroquial. Tenía tanta confianza en el Santo que le encomendaba los problemas más importantes de su alma.
Recomendaba también esta devoción a sus amigos, como hacía Santa Teresa de Jesús.
En los años que vivió en el Carmelo, desde agosto de 1901 hasta noviembre de 1906, es de suponer que su devoción al Santo le sugeriría exquisiteces espirituales, para celebrar con solemnidad su fiesta, para adornar su altar y sobre todo, para amarle e imitarle, viviendo cada vez más unida, como él, y consagrada a su amado Jesús.
AUTOR: P. Enrique Llamas, OCD
TOMADO DE: El mensajero de San José